miércoles, 22 de octubre de 2008

Experiencia 33

Desde los inicios de la filosofía griega el Ser humano ha pensado en lo que subyace al universo que nos rodea. O sea, aquel elemento o principio que pudiera considerarse primordial para la constitución y funcionamiento del universo. Y, de alguna manera, lo que estas reflexiones acerca de la experiencia intentan escudriñar es ese mismo elemento común constitutivo y operativo del mundo y el universo del que formamos parte. Sin detenernos a considerar que dicha tarea está circunscrita a "la manera" en que accedemos a cuanto nos rodea: la receptividad de las sensaciones y la espontaneidad de nuestro cerebro, unificados mediante las intuiciones puras de infinitud y eternidad y las categorías del entendimiento (cantidad, cualidad, relación y modalidad). Las experiencias fundamentales, desde la perspectiva de la ciencia, de lo exterior que nos rodea, son las de espacio, tiempo y masa. Y, una vez más, nos quedamos algo cortos al no incluir la energía, puesto que esta última es una consecuencia de espacio, tiempo y masa y los cambios que esta última "experimenta".
Las experiencias fundamentales, desde la perspectiva de la ciencia, son las máximas abstracciones que podemos "nombrar" (significantes) para referirnos a las experiencias (significados) efectivamente accesibles a nuestra intuición y entendimiento. Podemos deducir que hay "algo" (significado sin significante que aglutine la amplia diversidad y operatividad del universo que nos rodea). Y este "algo" lo encontramos en "la conciencia", que es la que da cuenta de la experiencia como un contexto en el que se dinamizan la intuición y el entendimiento, y que, en consecuencia, nos introduce en un nuevo mundo o universo subyacente al universo que nos rodea, y que solamente es accesible para determinadas personas (santos y maestros espirituales) cuya visión del mundo atiende a otros significados y experiencias intransmisibles mediante el lenguaje común, por el sencillo hecho de que no son comunes a la gran masa de seres humanos y, por consiguiente, trascienden la creación de significantes fuera de lo sensorial y pensable con nuestros recursos ordinarios de acceso a las experiencias correspondientes a este nuevo mundo. Es lo que los antiguos filósofos denominaron metafísica (más allá de lo físico) y que, al desligarse de la religión, que era la única aproximación conocida a lo espiritual, produjo la pérdida de "valores humanos" trascendentes a la racionalidad de corto alcance del Ser humano común.
Hoy día, después de tres a cincomil años de experiencias y sus correspondientes significantes en las ciencias de lo material y de lo humano, contamos con recursos para volver a la espiritualidad y lo metafísico sin la intromisión de lo religioso, que parece tener mucho de cultural y de manera de ver el mundo por parte de comunidades y grupos humanos de trayectorias históricas diversas. Particularmente la psicología y la psicoterapia han encontrado en las religiones los elementos valiosos que pudieran ser retomados para regresar a los valores humanos que justificaron dichas religiones como baluartes de sustento para las civilizaciones que las utilizaron. En efecto, el Ser humano, que encontró su entidad en la conciencia cartesiana (como "Yo soy" más que como un "Yo pienso") que sirve de fundamentación a Kant en su CRP, pasa a ocupar su posición de intérprete, para sí y sus semejantes, del universo que lo rodea. Y, simultáneamente con su papel de observador, pasa a ser un constituyente más del universo que "representa" la totalidad desde la unidad que lo constituye en su encuentro con cuanto lo rodea.
Desde esta nueva perspectiva, el Ser humano comienza un nuevo recorrido de su intuición y su entendimiento para tratar de encontrar aquello que no es expresable en el lenguaje ordinario, aunque puede ser comprendido en las experiencias de su encuentro con el mundo que lo rodea. Es así como comienza, nuevamente, el recorrido que, muy probablemente, tuvieron los primeros movimientos religiosos: el Ser interior del Ser humano. Y he aquí que me conecto con la emociones básicas: miedo, ira y amor, como fundamentadoras de experiencias que requieren una aproximación de encuentro que las conecte, de alguna manera, con significantes que pudieran arrojar alguna luz inicial hacia su integración en una nueva manera de ver el mundo, una nueva manera de integrar la "comprensión" (abarcar) del Ser humano en el contexto del mundo y universo que lo sustentan.
Sin embargo, en esta búsqueda, que, antes que experiencia, "habla" sobre la experiencia, a la inversa de los santos y maestros espirituales que no están interesados en el "habla" o creación de significantes sino en "la experiencia de lo divino que han encontrado en su devenir personal e individual" y, en tal sentido, se convierten en modelos para sus seguidores, se me presentan las experiencias fundamentales de interés, motivacion, intención, atención y voluntad (unidos a la concepción de figura y fondo de la psicología estructural o gestáltica) como significantes que apuntan a significados (experiencias) generadores de acción y movimientos en el universo que nos toca manejar.
En mi manejo de los significantes dados encuentro que interés es "entre" lo que "es", señalando un "lo que" específico como significado que forma parte de la "figura", de aquello que sobresale en el contexto que me rodea y que, en formas que me son particulares, fijan el foco de mi atención. Atención implica un "a" "tender", o sea, un "lo que" hacia lo cual "tiendo" (me dirijo). La motivación señala un "motivo" que "me" "mueve" direccionalmente. La intención es un "dentro de" (in) "tender" que relaciona mi Ser interior como contexto hacia un "lo que" motivador. Y, finalmente, voluntad es un significante que viene del verbo latino "volere", cuya traducción al castellano es "querer", y que, significante inicialmente señalador de una intención (interior) se convirtió en significante de la acción propia a toda actividad consciente del cuerpo físico del Ser humano. Estas son, en mi opinión, los significantes (palabras) fundamentales para las experiencias que el Ser humano, como participante activo, ha modelado a partir de su encuentro con el mundo y universo que lo rodea y sustenta.

lunes, 13 de octubre de 2008

Experiencia 32

Cuando yo denomino discursivo el Ser humano, me refiero a su parte material, física, como a todo lo físico que, necesariamente es discursivo. O sea: secuencial, en sucesión. Para llegar a alguna meta o lugar debe recorrerse, paulatina y secuencialmente el camino. Esto es lo que denomino discursivo, que, consecuencialmente, se traduce al lenguaje como discurso que refleja al Ser humano en su característica material sobresaliente. Por otra parte, el Ser humano es orgánico, por cuanto todo su accionar atiende a su organismo, pero más sobresaliente que lo material de su discursividad, es su "manera de ver el mundo", plasmado por Kant en su completitividad de la razón pura. El entendimiento puro es discursivo, secuencial y organizado (orgánico, una vez más) alrededor de las categorías del entendimiento puro (cantidad, cualidad, relación y modalidad). La razón pura es orgánica, completiva en un sentido de unidad dentro de la multiplicidad. El "Yo soy" de la conciencia hace referencia a "lo que" está detrás de esas herramientas necesarias para el devenir del "Ser humano". Y, aunque no es directamente aquello denominado alma en las religiones y movimientos espirituales, viene a ser el "Ser superior" (o consciente) que puede acceder al nivel de conciencia del alma. Es el que recorre los distintos niveles de conciencia: físico, imaginativo, emocional, mental y sub e inconsciente (o reactivo).

En mi particular manera de asignar significación a las palabras, interés y motivación son dos términos relacionados con la experiencia que forman un contexto o trasfondo para el Ser humano en su encuentro con el mundo o universo que lo rodea. Interés, en mi peculiar manera de ver el término, es "entre" (lo que) "es". O sea: el Ser humano se encuentra, incluyéndose, entre lo que es, y actúa o reacciona como un ser que se relaciona con el resto de los seres, pero, con particular énfasis en aquello que más de cerca lo confronta. El interés se enfoca en aquello más próximo dentro de su universo circundante. Viene a ser la figura sobre el fondo de los restantes seres, incluyéndose, que se ofrecen ante su receptividad intuitiva y su espontaneidad pensante. En cuanto al término motivación es un complemento al interés, y hace referencia a aquello que "motiva" o puede motivar su "acción". Una vez más la figura (aquello que motiva) su acción. Ambos términos o palabras (significantes) designan la figura (significado) a que lo dirige la experiencia propia de la situación o circunstancia que le toca enfrentar y manejar, ya sea como observador o como participante activo.

De esta manera llego a los significados propios de experiencias fundamentales, o experiencias de base para la constitución de la experiencia que cada ser humano constituye como Ser humano, como manera particular de ver el mundo. Y es que en la base de toda experiencia humana debe haber una comunidad identificable como característica fundamentadora que inicie la diversidad que diferencia a los seres humanos como individuos, como Ser humano particular. Tales son las bases de los significantes denominados categorías del entendimiento puro y completividad de la razón pura (organicidad) que subyacen, junto con las intuiciones puras de espacio y tiempo, a las experiencias organizadas (orgánico, una vez más). En la ciencia surgen el número y el punto como abstracciones máximas del tiempo y del espacio en sus constituyentes de cualidad y cantidad. Cualidad que diferencia un espacio o un momento. Y cantidad que constituye, nuevamente, la unificación del espacio y del tiempo como experiencias representativas de una totalidad que se ha dividido y diferenciado mediante la cualidad. Pero el número y el punto hacen referencia a una experiencia fundamentadora denominada masa (o materia en su acepción original). Y así tenemos tiempo, espacio y masa como máxima abstracción de los elementos de experiencia, surgidos del universo que nos rodea: cualidad y cantidad (masa) organizadas sobre la infinitud y la eternidad (espacio y tiempo como medidas) mediante relaciones y modalidades que configuran el organismo total que nos incluye. Discurso (experiencias) que nos pone en contacto con un organismo (universo) para constituirse en conocimiento que nos da la ilusión de certeza. Certeza que nos agobia hasta generar el despertar a una nueva manera de encuentro que nos permite aceptar, cooperar y entusiasmarnos (los que logran este entusiasmo son los maestros espirituales y los santos en todas sus presentaciones) con la vitalidad que nos ofrece un amplio abanico de experiencias para aprehender, unificar y comprender (en el sentido de abarcar) lo que puede iniciar la aprehensión de un mundo más allá de lo material que nos ancla en lo corporal.

jueves, 9 de octubre de 2008

Experiencia 31

En mi opinión, el lenguaje comenzó con la imitación de sonidos. O sea, que las palabras (significantes) imitaban el sonido que producían los objetos designados (significados). Posteriormente debió tomar el camino de la analogía, o sea, del parecido de la palabra con el objeto designado. Y solamente cuando el "Ser" humano evolucionó en su pensar acerca de las cosas, con el inicio de la filosofía griega, comenzó a estructurarse la palabra como concepto centralizador de la definición de las cosas. Esta conceptualización produjo, en mi opinión, la aparición de las interpretaciones, puesto que únicamente en elementos específicos del lenguaje puede adoptarse una delimitación del concepto en su estructura de género próximo (p. ej. animal) y diferencia específica (p. ej. racional).
La filosofía, en particular, como predecesora de la ciencia, utiliza las palabras de una manera que algunos han objetado a través del tiempo al opinar que "los problemas de la filosofía son simplemente problemas de palabras", sin tomar en consideración que, en general, buena parte de la terminología utilizada (significantes) por los filósofos a través de la historia tenía una connotación (significado) "sobrentendida", o sea, "suficientemente" entendida ("supuestos" no expresados). Tal vez el desarrollo de las diferencias entre pensadores obligaba a tomar un paso atrás y a considerar una profundización en la significación de los términos. En particular, algunos muy significativos como la misma palabra "ser", representante del verbo más universal para relacionar "lo" ("algo") "que" "es" con "este" "que" es. En palabras concretas: el sujeto ("lo") y el predicado ("que").
En todo caso, hay, en la filosofía, una manera de plantear los asuntos (significados) que conducen a la creación de significantes (conceptos) suficientemente "claros" para la comprensión de la comunicación entre los diversos pensadores y sus "oyentes", "lectores", etc.
La palabra experiencia, cuyo objeto viene siendo tema de mis planteamientos reflexivos, es un ejemplo de la "claridad" a que hago referencia anteriormente. En efecto, cualquier "Ser" humano al que se confronte con el significado de experiencia tendrá que mirar en su interior su relación dinámica con cuanto le rodea para encontrar lo que el significante experiencia tiene como contenido particular (significado, definición, concepto). Y es de esa manera como encontramos la expresión que declara que "la experiencia es el fundamento del conocimiento". Sin embargo, cuanto más miramos el significante y a su correspondencia con el significado, y cuanto más ahondamos en las raices de nuestro "Ser" interior, como manifestación de nuestro "Ser" humano, más nos damos cuenta de las carencias del significante en su pretendida "claridad". Y, en tal sentido, la mayor claridad que encontramos es la correspondencia entre experiencia y conciencia como su producto más cercano. Es la conciencia la única claridad que surge del significante experiencia, sin que tal correspondencia implique que el significado de experiencia es conciencia, aunque sí es lo más cercano que puede connotar, puesto que se trata de dos significantes y su mutua relación en el producto que el significado de experiencia conlleva con "lo que" la conciencia "comprende" (considera) como su participación (experiencia) en el encuentro con el universo que la rodea.
Hay una diferencia significativa, aunque no es notoria, entre saber y conocer. Y dicha diferencia pareciera ser semejante a la que existe entre experiencia y experimento.
Cuando la ciencia comienza su explosiva expansión, su desarrollo extenso e intenso, se enfoca en las variables como elementos constitutivos de "lo que" quiere conocer. Las variables son como los distintos predicados, pero más elaborados y, en una gran cantidad, referidas a medidas de masa, tiempo y espacio y sus múltiples derivados. Y la definición de las variables significativas requieren de un control específico para su evaluación en el fenómeno que se estudia. En el control y variación de las variables se van estableciendo los parámetros y significados (conceptos, teorías y afines) que estudia la ciencia. Este es, propiamente, el conocimiento. Y esta es su fuerza y su debilidad. Por tratarse de un proceso discursivo, la síntesis es progresiva y siempre está sometida a la aparición de nuevas variables y nuevas interpretaciones del proceso discursivo. Este conocimiento es "aprehendido" por el estudiante o los pares del investigador o grupo investigador respectivo. Nunca es internalizado como experiencia sino como experimento o conocimiento sometido al devenir de los avances, y, en consecuencia, no puede, en mi opinión, denominarse saber.
La sabiduría, por otra parte, es un proceso sintético que es internalizado por el "Ser" humano que ha accedido a la conciencia en sus diversos niveles: físico, imaginativo, emocional, mental y sub e inconsciente hasta llegar a ese dominio propio de los santos y maestros espirituales que se denomina, precisamente, espiritual, y que no tiene medidas de masa, tiempo y espacio que lo encierren. Y, con todo, así como la palabra o significante experiencia encuentra su camino en la mente de cualquier "Ser" humano, también la palabra espiritual encuentra un camino semejante, fácil de internalizar e imposible de expresar en el lenguaje, aunque la intuición individual la ejemplifica en múltiples expresiones y manifestaciones, incluso dentro de los niveles de la sensorialidad. La sabiduría impregna lo físico y lo mental del "Ser" humano que tiene la experiencia, pues se nutre de receptividad sensorial, espontaneidad del entendimiento y unidad de la razón que vuelve a participar de esa peculiar característica del sentido externo que, unificando lo percibido, intuición empírica, prescinde del discurso en su "aprehensión" para, posteriormente, hacerse consciente de dicho discurso en las categorías del entendimiento unificadoras del mismo.
El conocimiento es transmisible mediante el lenguaje y los modelos formales (considerados, igualmente, lenguajes, aunque más elaborados) y, aunque los experimentos pueden ser replicados por los interlocutores del investigador o grupo investigador, por lo general es "comprendido" mediante los significantes que lo constituyen. En cambio, la sabiduría no es transmisible mediante el lenguaje. La persona que quiera adquirir sabiduría deberá recorrer su propio camino y, cuando tiene guía o modelo de un santo o maestro, puede utilizar las herramientas que le son sugeridos. Por ejemplo, "No te lastimes y no lastimes a otros", "Cuida de tí para que puedas cuidar de otros" y "Utiliza todo para aprender, para avanzar", "Ama a tu prójimo como a tí mismo". Y estas guías no son de fácil aprehensión, pues deberán ser ejercitadas (puestas en práctica) en toda situación, circunstancia y experiencia hasta lograr la maestría que le permita saber que lo ha internalizado. En tal momento, y de acuerdo a lo que puedo deducir, todos los seres humanos son semejantes y están en el mismo nivel del sabio, aun cuando todavía tengan, al igual que dicho sabio, que seguir aprendiendo de la experiencia.