jueves, 14 de agosto de 2008

Experiencia 27

En un nivel individual hablo de experiencias para referirme a los eventos, situaciones y aconteceres que involucran a un individuo como actor, participante u observador (vivencias). En dicho nivel la palabra experiencia o la experiencia, que puedo resaltar iniciando su escritura con mayúsculas: Experiencia o La Experiencia, la refiero al conjunto total de vivencias de un individuo hasta el momento del que se habla. En tal sentido, tanto las experiencias como La Experiencia son, siempre y en todo momento, cambiantes. Cuando hablo de los niveles de conciencia físico, astral (o imaginativo), causal (o emocional), mental y etérico (subconsciente e inconsciente), me refiero a las experiencias específicas de cada área: física, imaginativa, emocional, mental y sub e inconsciente. Este último calificativo, inconsciente, se contrapone a lo consciente como algo presente para el individuo, y hace hincapié en aquellas experiencias en las que actúa o participa sin una intención dirigida hacia lo que la vivencia realiza o hace aparecer, por ejemplo, cuando un individuo tropieza con un objeto en una mesa y dicho objeto cae y se rompe o causa cualquier otro efecto no deseado.
En un nivel social o grupal también existen experiencias y Experiencia, como vivencias que, en alguna manera, influyen en futuras situaciones, parecidas o diferentes a la específicamente referida. Es así como podemos, igualmente, hablar de lo subjetivo y lo objetivo, tanto a nivel individual como a nivel grupal, para referirnos al particular sentir del individuo dentro del grupo y a un grupo dentro de un grupo mayor que lo comprende como parte. Lo subjetivo se refiere al punto de vista particular de un individuo o subgrupo con relación al grupo mayor, y lo objetivo se refiere a lo que es común a todos los individuos dentro de un grupo y a todos los subgrupos dentro de un grupo que los integra. El grupo puede condicionar al individuo y a los subgrupos a una determinada manera de ver las vivencias, salvo que el individuo o los subgrupos tengan el poder suficiente para imponerse sobre el grupo que los comprende.
Ahora bien, se da el caso de que hay individuos que tienen un nivel de conciencia que les permite elevarse por encima de las características meramente sensibles del universo circundante, para darse cuenta de aspectos y modelos que no son visibles o tangibles sensorialmente; simplemente corresponden a ampliaciones del campo de conciencia sobre lo específico de las vivencias particulares, y que constituyen perspectivas, o puntos de vista, que amplían el abanico de posibilidades de decisión ante situaciones, circunstancias y experiencias que pudieran ser conflictivas ante los intereses en juego en dichas vivencias. De esta manera han surgido los maestros espirituales y los legisladores, que han permitido el surgimiento de la vida en comunidad que denominamos civilizada, en contraposición con la vida propia de las colmenas o de la vida anárquica de los animales, sujetos a su pura instintividad primitiva.
El ser humano, como especie animal diferenciada, ha evolucionado gracias a la presencia de individuos que se han elevado sobre el nivel de conciencia sensorialmente accesible y han encontrado maneras de convivir con el mundo circundante en una forma menos confrontativa y más armoniosa para los involucrados. Y se han generado códigos de conducta (legislaciones civiles y religiosas) que han permitido una elevación del individuo humano por encima de su naturaleza física, guiada por impulsos de subsistencia y apetencias en conflicto con otros individuos y con el universo circundante, hasta llegar al mundo actual en el que el ser humano ha llegado a tomar conciencia de su unidad con cuanto le rodea. Es como si, de centrarse en la observación de un dedo, el individuo tomara conciencia, repentinamente, de que el dedo es una parte de la mano, del brazo, del cuerpo. El ser humano ha llegado a la conclusión de que su supervivencia depende del universo que lo rodea; en forma tal que, es su responsabilidad velar porque sus acciones armonicen, se equilibren, con las necesidades del universo del que forma una mínima, aunque significativa, parte. Sus necesidades han de balancearse con las necesidades del universo que lo comprende.
Hasta el presente, el ser humano ha tratado al universo circundante como una herramienta para satisfacer todas sus apetencias y deseos, como un elemento que hay que dominar y manejar en función de su propia supervivencia, sin atender a las necesidades de preservación y equilibrio de la totalidad o conjunto. Sin darse cuenta de que el ser humano y el universo que lo comprende son una sola y misma organicidad viva y dinámica en continuo intercambio de nacer, crecer y transformarse. Y, actualmente, sin haber siquiera tomado conciencia de que se ha olvidado de su integración con otros individuos y grupos en armonías de convivencia acordes con sus aspiraciones de supervivencia dentro de valores humanos más elevados de conciencia, se ha dado cuenta de que su supervivencia como especie está amenazada por él mismo, en su afán de utilizar el universo que lo rodea en forma indiscriminada y masivamente atentatoria contra el equilibrio de las variables que lo sustentan: aire, agua, temperatura...
Así pues, en este momento se hace necesario que el ser humano tome distancia de su entorno, tecnológicamente avanzado, para balancear aquellos elementos del mundo circundante que han llegado a niveles críticos de desequilibrio. Y esto, simultáneamente, con el compromiso de mirar a sus congéneres para plantear nuevos niveles de interrelación que le permitan valorar lo humano dentro del conjunto, y así acceder a niveles de convivencia que impliquen una mejor consideración hacia el otro con el que convive, aprendiendo a aceptar las diferencias y a compartir las ventajas de los que son más hábiles con los menos hábiles, de los más dotados con los menos favorecidos, en fin, a practicar aquellos principios que los maestros espirituales de todos los tiempos han visto con tanta facilidad y que son inaccesibles, a simple vista, para la mayoría de nosotros. Es tiempo de tomar conciencia de que el disfrute de nuestra existencia física está en el compartir, en el afecto, en la convivencia por encima de la confrontación y opulencia de unos pocos sobre muchos. Estamos situados ante una exigencia de cambios que requerirá que los más dotados en conciencia encuentren formas de comunicación que pongan a las mayorías "inconscientes" (primitivos muchos, ignorantes muchos, "sabios" algunos, con sabiduría de libros y títulos escolares) en el camino de la conciencia del bienestar de la amistad, del compartir, del convivir armónico, diferencias incluídas. Que nos demos cuenta que lo que nos hace felices es el amar (en todas las formas conocidas: familia, amistad, pareja, sociedades) y que el odiar, el resentir y el rechazar, solamente produce infelicidad, enfermedad y malestar.