viernes, 29 de febrero de 2008

Experiencia 12

Experiencia es una palabra tan asociada al "Yo soy" que su utilización en forma objetiva, para referirse a algo fuera del mismo, es, en términos estrictos de vocabulario, impropio. Efectivamente, al hablar de experiencia me refiero a algo tan íntimamente personal que, salvo que fuera capaz de acceder a la mente de otra persona, está fuera del alcance la especificidad de lo que realmente constituye dicha experiencia, pues lo que observo externamente, como accionar de un individuo, es una consecuencia de algo que tiene, con toda probabilidad, muchas posibilidades de origen.
El hecho de estar escribiendo estas perspectivas acerca de diversos asuntos constituye una experiencia específica que, acumulada en el tiempo, se constituye en una experiencia individual que paulatinamente se constituye en una habilidad o en una manera de experimentar el entorno que me rodea. Este hecho específico me conduce a visualizar un mundo interior que se transforma en fuente de experiencias en forma análoga al mundo externo. En tal sentido, el "ser" humano ha construido, mediante el lenguaje en sus diversas presentaciones - lenguaje natural, lenguaje del conocimiento y de las artes - un "mundo" humano que, a pesar de tener connotaciones de individualidad e intimidad, se ha constituído en un mundo al que accedemos todos los seres humanos en una forma de "espíritu" de situaciones, circunstancias y experiencias.
El lenguaje, en mi opinión, comenzó como nominación, como asignación de sonidos, ante la presencia de determinados objetos frente a distintos individuos que necesitaban comunicarse para lograr objetivos de acción de interés común. Con la evolución del vocabulario se hizo evidente la presencia de "objetos", inaccesibles a los sentidos físicos, que requerían de una comunicación tendiente a resolver situaciones individuales que podían afectar a los grupos - dolores físicos, emociones, pensamientos, imágenes interiores - y que exigían, igual que en el caso de objetos físicos, posibilidades de acción conjunta para lograr objetivos comunes. En esta forma apareció la conceptualización, con la desventaja de que las "definiciones" o "conceptos" hacían referencia a ciertos rasgos sobresalientes, pero no a la totalidad de cualidades constitutivas que quedaban indeterminadas y daban origen a diferencias significativas a la comunicación precisa, aunque se lograba la comunicación "esencial".
El lenguaje tiene dos componentes, en mi manera de ver las cosas, el vocabulario y el discurso. El vocabulario es en esencia "nominación" mientras que el discurso es "conceptualización". La nominación puede evolucionar cuando se refiere a elementos inaccesibles a los sentidos físicos, pero conserva muchos elementos de fácil identificación con los elementos externos que constituyen una base o fundamento general de la comunicación. En tal sentido, la nominación evoluciona imperceptiblemente para hacer que los individuos se sigan comunicando, a pesar de las diferencias sutiles en las apreciaciones individuales acerca de la significación de los términos. El discurso, por otra parte, tiene el caracter dinámico de lo temporal, lo pasajero, que requiere de la imaginación y la memoria para su concatenación en la comunicación. El espacio se relaciona con el vocabulario de la misma manera que el tiempo con el discurso. El uno es aprehensible mediante los sentidos físicos mientras que el otro lo es mediante la imaginación y el entendimiento. Mientras que el vocabulario utiliza la memoria en una forma casi de identificación, el discurso utiliza la memoria en una forma conceptual, de tal manera que lo que el discurso intenta "identificar" solamente conserva características globales que pueden cambiar de individuo a individuo en forma casi imperceptible, sin afectar en forma notable la comunicación.
Experiencia, para un individuo que se maneja única y exclusivamente en el mundo exterior, puede tener connotaciones de fácil identificación y comunicación para otros individuos en el mismo entorno y con historias (secuencias de acontecimientos) semejantes (grupales). Experiencia, en el caso de individuos sujetos a una formación intelectual oral y escrita, cuya formación se fundamenta (se establece, se asegura y hace firme) en instituciones denominadas escuela (educación primaria), liceos (educación secundaria) y universidad (educación superior), implica un mundo "compartido" de conceptos cuya "identificación" es puramente discursiva, temporal, aunque tiene la "intención" de objetividad.
Experiencia, en esencial y fundamental constitución íntima, tiene la connotación de "conciencia". Si tal conciencia está implícita, como es el caso que, en mi opinión, es más extenso entre los seres humanos, dicha experiencia es puramente formal y nominativa, y el individuo no es "consciente" de dicha experiencia como tal sino como "habitual", como el artesano que aprende a manipular la materia de su especialidad (hierro, madera y similares) sin "trascender" al elemento artístico posible en el diseño y modelaje de los elementos que fabrica. Si la conciencia se hace presente como "Yo soy" que se manifiesta en cada acción, manifestación y expresión individual, entonces surge "la" experiencia como evolución del individuo en su interacción con su entorno y los pares (otros seres humanos) que lo acompañan. Es el caso del profesional que, en el ejercicio de su actividad, se extiende más allá de su área de formación para trascender y convertirse en fuente de nuevas maneras de aprehender su universo personal. En este caso el profesional no se identifica como médico, ingeniero, filósofo ni profesión alguna sino como un "ser" humano que ejerce la medicina, la ingeniería, la filosofía o cualquier otra profesión, y, en consecuencia, conserva su identificación con su "ser" humano, con su "Yo soy" que se expresa y manifiesta mediante toda la gama de posibilidades a su alcance. En tal sentido se trasciende en su papel de esposo, esposa, padre, hijo y cualesquiera otros términos de naturaleza relativa que, en lugar de identificarlo, lo presentan en su amplia posibilidad de manifestación y expresión ante su universo. Es así como puede surgir un ser consciente, un "Yo soy" que se "identifica" con el universo que lo rodea, incluídos sus pares (otros seres humanos), y, de esa manera, se abre a todas las posibilidades integradoras y creativas en su aceptación del entorno y su elección de opciones dentro del conjunto que se le ofrecen en cada caso. El "ser" se realiza en el "Yo soy", en el ser consciente, de una manera que el discurso no lo limita como identificación sino como potencialidad.
En física se presentan la energía potencial y la cinética (o mejor: dinámica) como maneras de entender una manifestación estática (la posición de un objeto sólido a determinada altura sobre el nivel del suelo) y una manifestación en movimiento (el objeto liberado a su propio peso, sin obstáculos que lo detengan en su caída). El vocabulario, el espacio y los objetos accesibles a los sentidos son una "potencialidad" abierta a las posibilidades del universo. El discurso, el tiempo y los conceptos son una manifestación dinámica, sometidos a las circunstancias que toman direcciones y sentidos que cambian el universo que los origina. La infinitud, que origina el espacio humano, como limitación a la especificidad material que lo constituye es una expresión de energía potencial. La eternidad, que origina el tiempo humano, como limitación a la aprehensión y manifestación de la conciencia, es una expresión de la energía dinámica. Así queda dibujada, una vez más, la dicotomía propia del "ser" humano que, debido a su particular constitución como "ser" apetitivo y "ser" trascendente en un mismo "ser" humano, genera todas las demás dicotomías y posibilidades de expresión y manifestación en el universo que lo comprende y sustenta.

viernes, 8 de febrero de 2008

Experiencia 11

Experiencia y memoria, pues, son dos caras de la misma moneda en el "ser" humano. Esas mismas caras se encuentran en el "ser" sociedad en la forma de experiencia e historia. En lo singular, la experiencia es inicio de la conciencia del alma (conciencia). En lo plural, la experiencia es inicio de conciencia del espíritu (espíritu). La experiencia individual comienza a realizarse con la creación del lenguaje. Si el individuo se hubiera quedado con su mismidad, sin comunicación con "el otro", sin el lenguaje que exprese lo externo, la conciencia no se habría revelado, pues solamente el ejercicio de la comunicación permite in-formar al individuo acerca de sus facultades y su relación con el entorno como conciencia que trasciende lo apetitivo.
Cuando el "ser" humano crea el lenguaje comienza a ejercitar su trascendencia de lo apetitivo. Sin embargo, pareciera que el lenguaje lo encierra en lo simplemente mental, en el entendimiento (discurso) y la razón (principios discursivos). En efecto, palabras como espacio, tiempo y ser, que designan maneras de comunicarse (comunión de experiencias externas y comienzo de lo interno que manifiesta la empatía - comunión de experiencias internas - en una forma externa) se transforman en misterios que proyectan el único misterio subyacente al lenguaje: el "ser" trascendente que no puede ser captado por los sentidos físicos ni el discurso. Y es que espacio y tiempo son expresiones de la infinitud y la eternidad que, si bien no pueden ser recorridas por la percepción de lo material, solamente pueden ser abarcadas, concebidas y conceptualizadas por el entendimiento discursivo y la razón completante del "ser" humano. En forma semejante, el "ser" es la expresión de lo que se manifiesta y expresa en forma que se unifica en el entendimiento, a semejanza de la infinitud y eternidad, para ser concebidas en la comunicación como aproximaciones que manifiestan una unidad de manifestación y de expresión (ser) en el lenguaje que intenta siempre servir de puente al "ser" humano que trasciende lo apetitivo y se adentra en lo que los sentidos físicos no pueden captar. Sujeto (unidad de manifestación), cópula (expresión de la multiplicidad posible: "ser") y predicado (expresión de la particularidad integrante de la multiplicidad del "ser") es el núcleo fundamental del discurso, del lenguaje, que comenzó como simple "nominación" de la diversidad externa al "ser" humano (el no-yo con respecto al yo).
Los santos y maestros espirituales han declarado al lenguaje como impropio para expresar el alma y su comunión con el universo en una unidad que es comunión y comunicación simultáneas sin intermediación de lenguaje o discurso alguno (así como cada miembro del cuerpo humano forma parte de un solo organismo vivo, cada "ser" es una parte de un organismo viviente que es el universo). Solamente se valen del lenguaje en parábolas, historias y analogías (mito de la caverna de Platón) que "señalan" lo que los sentidos no pueden captar y que no tiene correspondencia alguna con lo que el discurso expresa acerca del "ser" del universo a la manera del conocimiento (técnica, tecnología y ciencia).
Los primeros filósofos griegos buscaban el elemento subyacente a la unidad del universo. O sea, presuponían que el universo era un todo integrado por un algo que la ciencia moderna identificó inicialmente con el átomo y que, posteriormente se ha ido difuminando en partículas elementales cada vez más misteriosas e inasibles hasta la concepción de una antimateria particular para explicar la constitución física de la materia. Finalmente ha quedado solamente el término energía para re-presentar lo que el discurso quiere conocer, pero que la experiencia no puede capturar individualmente, pues es la memoria colectiva la que se desenvuelve en "experimentos controlados" que aislan "variables" para "comprender" la totalidad. El "ser" humano, en su discurso científico, ha manejado "experiencias controladas" como "experimentos" para "descubrir" la constitución del universo, pensando, como los primeros filósofos griegos, que la totalidad está constituída en una forma accesible al entendimiento y la razón del "ser" humano. En tal ejercicio, y acorde con su constitución receptiva de figura y fondo, limitada al contexto perceptible para los sentidos físicos y el entendimiento discursivo, la experiencia ha sido dejada de lado, pues lo emocional y lo vital son contextos difícilmente sujetos al control, salvo en la forma de particularidades propias a lo puramente material. La conciencia, que sobrepasa lo discursivo y crea el ser, el espacio y el tiempo como expresiones de la totalidad, necesita encontrar su integridad yo no-yo de una manera que la aproxime al alma y al Espíritu que la comprende y sostiene.

domingo, 3 de febrero de 2008

Experiencia 10

Puedo tener experiencia, una experiencia, mucha experiencia o muchas experiencias. Cuando tengo experiencia me refiero sencillamente al conocimiento que me permite avanzar en mi vida en una forma progresiva; no es indicio de sabiduría, simplemente reconozco que puedo lograr que las situaciones funcionen en forma apropiada, aun cuando puedo tomar nuevas alternativas para lograr salir adelante en mi desempeño. Una experiencia se refiere a una situación, circunstancia o evento que se presenta en mi desempeño y que me permite utilizar todos los recursos para lograr un objetivo determinado, tomando decisiones u opciones que dependan de mi conducta en el conjunto de particularidades de la experiencia determinada; en términos de la matemática, corresponde a manejar las variables (circunstancias) que dependan de mí, dentro de una función (experiencia) que exige una solución o determinación específica para el logro de un objetivo acorde con mis posibilidades o necesidades. Mucha experiencia implica que el tipo de situación (la función, en términos de la matemática) es semejante (nunca puede ser idéntica, pues la sola consideración de la variable "tiempo", en términos de lo cualitativo, siempre será diferente, por más que las demás circunstancias parezcan iguales), y que las opciones válidas para lograr un objetivo o resultado deseado pueden ser enriquecidas con nuevas consideraciones por parte del sujeto involucrado en una situación. Muchas experiencias hace referencia a todas las situaciones, circunstancias y posibilidades de acción que un individuo ha enfrentado en su desempeño anterior a una situación determinada. En todos los casos, la experiencia es una entidad determinada por las categorías kantianas de cantidad, cualidad, relación y modalidad que la definen y especifican en cada caso según los términos de unidad, pluralidad, totalidad, afirmación, negación, indeterminación, inherencia y subsistencia (sustancialidad y cualificación), causalidad y dependencia, y, finalmente, comunidad (causalidad recíproca). Estas pueden ser complementadas con los elementos de posibilidad e imposibilidad, existencia y no existencia, y necesidad y contingencia como modalidades de presentación y definición o especificación de la unicidad de dicha experiencia.
En todo caso, la experiencia implica la presencia de una memoria, un recuerdo de cada elemento presente dentro de la unicidad que la define y especifica dentro de un contexto dado. El sujeto, la conciencia, solamente es posible mediante el re-cuerdo que concatena los elementos en una conciencia, un darse cuenta, un sintetizar "en el tiempo" las diversas partes de la cadena o cuerda de unión de los elementos. Y, dadas las características operativas del "ser" humano, que se ve "limitado" por su capacidad de percepción o receptividad a aprehender en un contexto de figura y forma (estructuralismo), el discurso, que es una nueva cadena o cuerda de unión de los elementos, se ve dirigido a considerar en diversas perspectivas un acontecer determinado.
Ahora bien, la memoria es, igualmente, selectiva, según las necesidades y apetencias de la conciencia del "ser" humano. Si dicho ser humano es apetitivo (caso de la mayoría de seres humanos, circunscritos al ciclo vital de nacimiento y muerte), la memoria actuará según las características de vulnerabilidad física y emocional, y sus perspectivas de experiencia estarán circunscritas a su contexto "vital perecedero", y los diversos elementos de una experiencia determinada tendrán una caracterización de bueno o malo, según el cumplimiento o negación de las necesidades de supervivencia y satisfacción de los apetitos y deseos. En el caso del "ser" humano orientado a la trascendencia, conciencia que se eleva sobre lo físico, imaginativo, emocional, mental y reactivo (caso de escasos seres humanos privilegiados por su acceso a la conciencia de la eternidad) la "memoria" es de largo alcance y no percibe bondad ni maldad; simplemente percibe progresión en la superación de experiencias, y en todo momento actúa con la conciencia de integridad y unidad de su presencia física y del contexto que lo abarca. Esto, por supuesto, visto desde mi conciencia, que todavía se desenvuelve en ese terreno neutral que "no percibe" la conciencia del alma, la conciencia de "eso" que, supuestamente eterno, nos permite manejar el cuerpo físico, la emocionalidad, imaginación y mente en el contexto del "mundo".
Si la memoria humana fuera de largo alcance, y pudiéramos ver las consecuencias de una acción en un período o duración temporal de mayor interrelación entre eventos, probablemente nos daríamos cuenta de nuestra unidad en el conjunto (nuestro "ser" humano dentro del "ser" del mundo). Probablemente alcanzaríamos un nivel de empatía que nos permitiría evaluar la necedad del odio, resentimiento, envidia, y emociones semejantes en comparación con el bienestar, felicidad y plenitud del amar, comprender y apoyar. Probablemente seríamos capaces de entender el primer mandamiento de la ley judía: Amar a Dios (subyacente y sustento de todo cuanto existe. Amor por excelencia en su subyacencia y soporte) sobre todas las cosas (que lo subyacen y muestran en diversidad y plenitud), y al prójimo (los seres humanos que, en su diversidad de "ser" humano nuevamente subyacen y muestran la divinidad de La Conciencia, del denominado Espíritu Santo Divino) como a tí mismo ("ser" apetitivo que, en su apetitividad, muestra lo perecedero que puede "ser" trascendido en la conciencia de lo finito y perecedero en su comprensión de la infinitud y de la eternidad que no puede recorrer, pero que sí puede entender).