viernes, 18 de abril de 2008

Experiencia 23

Experiencia, vida y ser son términos que parecen referirse a lo mismo, y cada "ser" humano está inmerso en ello. Practicar y ejercitar parecen dirigirse a experiencias programadas con cierta finalidad de dominio de áreas de experiencia, vida y ser, incluyendo el pensar y escribir. Cuando Kant habla del pensar hace referencia a la "espontaneidad del pensar" en contraste con la receptividad de la intuición. Pero, en una consideración detenida, podemos darnos cuenta de que la intuición tiene la espontaneidad del recibir, pues no dirigimos nuestra receptividad sino que ella ocurre. Tal vez la referencia sea hacia la intimidad que es propia del pensar que surge de nosotros en contraste con la participación de cuanto nos rodea en la "receptividad de la intuición".
El conocimiento intenta recoger lo que otros seres humanos han experimentado en relación con el universo, incluidos otros seres humanos, para trasmitirlo como áreas de experiencia transitadas que otros pueden recorrer con cierta seguridad de lo que van a encontrar. Y, efectivamente, una de las aspiraciones de gran cantidad de seres humanos, es la seguridad de saber con qué se van encontrar en el curso de su experiencia. Es por tal motivo que muchas personas quisieran que alguien las orientara y dirigiera en forma tal de evitar los obstáculos y dificultades propias del diario acontecer. Sin embargo, es un hecho que los obstáculos, dificultades, dolores y sufrimientos del diario acontecer contribuyen al fortalecimiento de facultades y características propias de la personalidad que, finalmente, permiten el "crecimiento" de la conciencia hacia su naturaleza trascendente.
El intento de los primeros filósofos griegos por encontrar un solo elemento de formación del universo como base de todo cuanto existe: el aire, el agua, la tierra, el fuego, lo indeterminado y cualesquiera otros que se nos ocurra encontrar en sus memorias, conducen, en mi opinión, a la universalidad propia del conceptualizar. Solamente que dicho conceptualizar es universalizador de enfoques, de detalles, de objetos, situaciones y circunstancias que vienen a ser parcialidades dentro del universo que queremos abarcar con nuestro pensamiento. Y es así como el pensamiento se convierte en el gran atomizador de cuanto existe y lo transforma en conceptos y teorías cuya utilidad para el "ser" humano es la comunicación de maneras de ver el mundo. Es, como lo "deduce" Kant, un orden que nosotros establecemos sobre el universo, en función de nuestra intuición receptiva y nuestra espontaneidad del pensar, que organizan lo que el universo aporta como fenómeno en un nuevo universo creado a nuestra imagen y semejanza.
En los lineamientos de espiritualidad que se expanden actualmente existe la idea de que nosotros creamos el universo que nos toca manejar. En tal sentido hay dos vertientes para tal idea: la primera se refiere a la ley de causalidad y dependencia y causalidad recíproca, que hacen que cuanto hacemos, decimos y pensamos, de alguna manera se transforma en el mundo que nos toca manejar; en una segunda visión, parece apuntar a que nuestra imaginación, mente y emociones preforman un mundo, sea agradable o desagradable, que se genera como resultado de energías que transforman, a pesar nuestro, un mundo de imágenes, pensamientos y emociones que nos alcanzan en forma casi programada, incluyendo aquellas cosas que no queremos que surjan pero que, con la fuerza de ese "no querer", se reafirman en su capacidad de presentarse ante nosotros como resultado de nuestra facultad de creación a imagen y semejanza de la divinidad, según la famosa frase bíblica.
En mi opinión, una gran cantidad de seres humanos quisiera tener una orientación y dirección hacia la consecución de una vida y experiencias de naturaleza agradable. De aquí surgen las ideas de un paraíso o cielo en el que nuestro devenir es totalmente favorable, y la imagen contraria de un infierno en el que el sufrimiento es la única presencia dable a quien lo vive. Son imágenes que reflejan, en mi opinión, la experiencia propia del mundo en el que nuestra fragilidad y vulnerabilidad física y emocional nos agobian con experiencias cuyo inicio, nacimiento, y final, muerte, implican el dolor en nuestra naturaleza humana apetitiva. Nuestra naturaleza trascendente se origina en experiencias que solamente son accesibles a determinadas personalidades, cuya visión y sensibilidad están fuera del abanico normal para la generalidad de seres humanos. Así como hay empresarios, científicos, artistas y otras especialidades propias de ciertas mentes particularmente dotadas en orientaciones y direcciones específicas, también se presentan seres humanos cuya peculiaridad personal les faculta para captar niveles de conciencia y experiencia que no son comunes a la generalidad. Tales seres humanos se transforman en modelos para aquellos que somos mayoría y que carecemos de facultades específicamente dirigidas a sobresalir en áreas de conocimiento, conciencia y acción propias de nuestra naturaleza apetitiva o de nuestra naturaleza trascendente. En todo caso, condicionados por nuestra genética personal, física y emocional, solamente podemos aspirar al esfuerzo para lograr objetivos y metas que contribuyan, en alguna medida, con una vida satisfactoria y experiencias próximas al mayor bienestar posible dentro de ciertas reglas recibidas de dichos personajes especiales: "No te lastimes y no lastimes a otros"; "Cuida de tí para que puedas cuidar a los demás"; y, "Utiliza todo para aprender, para avanzar, para crecer en todos los sentidos ...".
Demás está afirmar que todos tenemos las experiencias necesarias para crecer en conciencia y bienestar. Todos nos hemos dado cuenta de que amar es más satisfactorio que rechazar, resentir y menospreciar. Todos nos hemos dado cuenta de que hacer daño, que menospreciar y humillar no nos produce bienestar ni paz interior. Es una experiencia común el amar y el resentir y rechazar, e, igualmente común, es sentirnos bien y en paz o malestar, desasosiego y en conflicto interior con nosotros mismos como resultado de nuestra relación con quienes nos rodean. Tales experiencias, racionalmente tomadas como experiencias significativas, deberían conducirnos a la comprensión de que el mayor bien implica que tanto individual como grupal y socialmente podemos dirigir nuestro pensar, decir y hacer hacia un mayor bienestar personal, social y grupal. Sabiendo, por ejemplo, que a ninguna persona le gusta quedar mal, desde nuestra personal manera de ver las cosas, podríamos actuar en consecuencia, y evitar producir en otros aquello que nos hace sentir en inferioridad de condiciones y situación.
Dominados por la concepción mental de buscar conocer el mundo material que nos rodea para hacerlo funcionar de acuerdo a nuestra peculiar manera de concebir el bienestar como una relación externa en función de nuestra naturaleza apetitiva, nos hemos olvidado de nuestra naturaleza trascendente que encuentra en nuestro interior todo aquello que puede contribuir a un bienestar de naturaleza más amplia y permanente que la posesión de bienes físicos. Tal vez sea ese el mayor olvido que el conocimiento como ciencia ha ocasionado en el "ser" humano como ser trascendente a lo meramente apetitivo. Tal vez eso que denominamos milagro, y que es propio de los santos y maestros espirituales más conocidos, sea una manera de ver el mundo superior a la del conocimiento científico y técnico que, a su manera peculiarmente física, produce milagros como la trasmisión de imágenes y sonidos a distancias superiores al alcance de un ser humano particular, e igualmente produce milagros relacionados con la salud del cuerpo físico que pudieran considerarse extraordinarios si no fuera porque el inicio y el final de lo que denominamos vida física estuviera fuera de su alcance. Al menos no podemos imaginar una vida y experiencia físicas que pudiéramos calificar de ejemplares, para buscar una vida permanente en el cuerpo físico, sin introducirnos en todas las limitaciones que la mente humana individual debe afrontar para trascender las limitaciones propias de la vulnerabilidad física y emocional que nos constituye.
La experiencia de un santo o de un maestro espiritual en contraste con un científico cuyo interés se centra en lo físico, sin atender a lo trascendente por encima de lo apetitivo, es, en mi opinión, lo que constituye que el modelaje se incline a favor del santo y el maestro espiritual. Sin dejar de reconocer, como los mismos maestros espirituales lo confirman, que es bueno y saludable vivir y experimentar el mundo de nuestra naturaleza apetitiva en la forma más plena posible, dentro de los lineamientos del mayor bien de todos cuantos nos rodean, incluyendo el mundo animal e inorgánico.

lunes, 7 de abril de 2008

Experiencia 22

Experiencia, "ser" humano y vida son tres maneras de referirse a lo mismo, es decir, la situación, circunstancias y encuentros del ser humano individual con el mundo que lo rodea, incluídos otros seres humanos. El objeto de la CRP de Kant es justificar la afirmación dada en la introducción de que "todo nuestro conocimiento empieza con la experiencia, pero no todo procede de la experiencia", dando así entrada a la distinción entre conocimiento a posteriori (experiencia) y conocimiento a priori (producto de nuestra facultad de conocer). La diferencia está en que la experiencia es fuente de nuestro conocimiento y "revela" conocimientos que forman parte de nuestra facultad de conocimiento. En resumen, aunque hay conocimientos que no son producto de la experiencia, por formar parte de nuestra facultad de conocer, es solamente mediante la experiencia que se nos hacen presentes, y, en consecuencia, el conocimiento es función de la experiencia en su totalidad. Posteriormente hablará, Kant de afecciones, para referirse a nuestra receptividad, y de funciones, para referirse a la espontaneidad de nuestro entendimiento en la elaboración de los conceptos.
En el desarrollo de la historia de la humanidad, partiendo de los primeros filósofos griegos, hemos llegado a un estado de conocimiento centrado en lo sensible, lo material, como objeto de interés para la sociedad humana, al menos en su vertiente occidental, pero que ha invadido la sociedad oriental. Ha surgido la ciencia como representación máxima del conocimiento, por encima de la experiencia, la religión y la filosofía que aun intenta encontrar la conciencia, que ha descubierto pero no ha hecho "autoconsciente", no "se ha dado cuenta de su descubrimiento", que se oculta en el "yo pienso" sin aparente intención de avanzar y dar paso a una integración del aspecto que Kant denomina "práctico" (Crítica de la Razón Práctica Pura) y de lo que denomina "Juicio Puro", que considera intermediario entre lo teórico y lo práctico, como facultad que se relaciona con los juicios estéticos, referidos a lo bello y lo sublime de la naturaleza o del arte, y que, aunque no contribuyan en nada, según su decir, con el conocimiento, pertenecen a la facultad de conocer.
La experiencia es, en mi opinión, la máxima expresión de la conciencia, que es, a su vez, la que da certificación de naturaleza al conocimiento. La experiencia es la fuente del conocimiento, y el conocimiento es punto de partida para la formación de experiencia. Y, como podemos observar, la experiencia es asunto del "ser" humano como individuo. El conocimiento, producto del ser humano como colectivo, se asienta en el lenguaje, sea cual sea su modalidad o naturaleza, para establecer una "comunión" entre los individuos. Antiguamente se decía que un individuo "comulgaba" con las ideas de otro para referirse a un común acuerdo en las experiencias que los hacían participar en intercambios relacionados con el conocer.
Cuando Kant habla de la intuición, entendimiento y razón puras hace referencia a un "individuo ejemplar" y no a un determinado individuo. Esta es una característica propia del conceptualizar. Lo propiamente experiencial queda referido a una universalidad creada por el entendimiento en su afán de comunicar a los individuos en una "experiencia común". Sin embargo, tal universalización olvida que el recorrido de cada individuo es particular, y que su desenvolvimiento es producto de las situaciones y circunstancias que le toca enfrentar en su encuentro con el mundo que lo rodea. Así mismo, caminar, hablar, relacionarse y toda la gama de acciones y reacciones del individuo son modeladas para que cada uno adapte dichos modelos en su experiencia. Y esta experiencia es, sencillamente, su encuentro con el mundo, asimilado por todas las facultades de receptividad que el individuo posee, y reencontrado en su memoria de cada experiencia particular.
Hay dos modelos para el "ser" humano individual, uno procede de los semejantes que le rodean y actúan en su entorno, y otro procede del "conocimiento" oral y escrito transmitido mediante diversos medios audiovisuales a su disposición, sea formal (escolaridad básica, primaria, secundaria y superior) o informal (familia, grupo humano y sociedad en conjunto). Estos modelos han de ser "experimentados" por el individuo. El modelaje humano es adoptado y remodelado por el individuo en su pensar, decir y hacer (acción y observación, anteriormente denominada ensayo y error, que, en mi opinión, no implican la palabra "error", por cuanto la intención es apuntar a un objetivo personal que puede o no ser alcanzado y que, en consecuencia, es modificado en el proceso de aprender a manejar el entorno de la mejor manera posible en cada situación y circunstancia) y la información audiovisual puede ser transformada en experiencia, mediante la acción que persiga objetivos cónsonos con el conocimiento que pretende integrar en su caudal de herramientas o desarrollo personal.
El "ser" humano ha logrado manejar el mundo natural para adaptarlo a sus necesidades de seguridad material y funcional externa, pero se ha olvidado de tomar en consideración el factor más importante en su devenir y evolución, él mismo (su conciencia) y sus semejantes. Esto se ha debido a que la filosofía no terminó de "darse cuenta" de la conciencia como instancia suprema de creación de experiencias dirigidas al mayor bien de todos los involucrados, incluyendo el mundo natural, y a que la religión se mantuvo estática en su concepción de la vida como un conjunto de preceptos y normas que han de ser seguidas por encima de las características constitutivas del ser apetitivo "consciente" (denominando "consciente" el "ser" humano en estado de vigilia).
La psicología y la psicoterapia, que han contribuido a consolidar la conciencia, más allá y superando el denominado sentimiento de culpa, y los maestros espirituales han dado una división temática del "ser" humano en tres seres: ser básico, ser consciente y ser superior. El ser básico representa las necesidades del ser apetitivo, el ser consciente es el director de la conciencia de vigilia y el ser superior es la representación de los más elevados niveles de conciencia para el "ser" humano. La tarea para cada "ser" humano es integrar el ser básico y el ser superior en un ser consciente que adquiera la característica de aprendizaje del niño dentro de un contexto que integre la conciencia como instancia de observación (superior al estado de vigilia normal denominado estado consciente), desde la cual se ejercite el encuentro con el mundo en un equilibrio que conlleve el mayor bien de todos los involucrados y que implique un aprendizaje continuo por encima de rigideces o preconcepciones surgidas de la vulnerabilidad física y emocional afectada en experiencias particulares.