martes, 9 de marzo de 2021

La condición humana I

Como ser humano, reflexionar sobre la condición humana implica el hecho de hablar sobre mi propia condición. En tal sentido, la observación de lo leído, visto y experimentado en el curso de mis actividades, tanto de mí mismo como de mis semejantes está mediada por mis vivencias, estados de ánimo y situación presente en cuanto a equilibrio emocional, mental y físico. En efecto, la condición humana implica, en primer lugar, dar cuenta de mis limitaciones y de la presencia de condicionamientos que pudieran ser parte transparente (para mi mismo) en mi exposición. 

El ser humano implica una unidad individual presente a la consideración de la mente pensante y, como tal, comienza con un proceso de diferenciación de partes significativas constituida por un ser físico, emocional, imaginativo, mental y subconsciente (reactivo) que trata de discernir una manera de ser integral que caracterice y delinee, al menos en una primera aproximación, lo que podría constituir dicha unidad individual y, a la vez, la común naturaleza con todo ser humano individual semejante.

Hace mucho tiempo se constituyó un lenguaje que nos permite, aunque en perspectivas distintas, enfrentarnos distintos seres humanos en unión ante una realidad externa, denominada objetiva, con miras a lograr resultados coherentes a una intencionalidad compartida por los distintos participantes ante la mencionada realidad externa. Incluso, tratándose de grupos de seres humanos enfrentados con distinta intencionalidad ante la misma realidad externa, se trataría de objetivos compartidos entre intencionalidades en conflicto, pues dicha realidad externa incluiría la diferenciada intención de los grupos participantes.

Entre los seres humanos, como individuos, hay diferencias que, aunque no han sido reconocidas como tales "diferencias", ha generado una idea de igualdad dentro de la condición humana que ha ocasionado conflictos en las diversas generaciones de los grupos humanos. A pesar de esos conflictos, siempre se han manifestado individualidades que han contribuido con su accionar y comunicación a un común interés de crecimiento, avance y evolución en las diversas partes que componen al individuo y a las comunidades que, necesariamente, por razones de cercanía o lejanía, hubieron de enfrentar distintas condiciones físicas y ambientales.

Uno de los primeros crecimientos o avance significativo lo constituyó la creación de un lenguajes oral, y posteriormente escrito, surgido, probablemente, de la necesidad de enfrentar retos comunes ante la realidad externa, que requería la unificación de esfuerzos y potencialidades individuales para el mejor aprovechamiento de las condiciones físicas y ambientales externas en beneficio común de facilitar la vida individual y colectiva. Y el primer producto de la conciencia humana lo constituyó el hallazgo, por parte de un individuo en particular, que se dio cuenta de la existencia de un cuerpo externo común y concomitante, que denominó dios, de la necesidad de agrupar esfuerzos comunes para lograr objetivos  de bienestar y convivencia, y el individual devenir en su evolución física, emocional y personal. De aquí surge una de las múltiples formas de enunciar una regla de convivencia: "Ama - contribuye, coopera y apoya - a Dios - seres humanos, seres vivientes y todo el universo circundante, incluidas las condiciones que cada uno  activa, promueve y permite - y al prójimo - ser próximo y cercano de la misma, e incluso distinta, condición - como a ti mismo - reitera la condición individual que debe ser objeto de dicho "ama" ".

El hallazgo de la regla de convivencia se debió a que el individuo que la formuló se dio cuenta, evolucionó,  hacia una nueva manera de percepción individual: la conciencia; y, de esa manera, inició un nuevo proceso de crecimiento en la nueva manera de percibir: la conciencia. En tal sentido surge una nueva manera de discernir diferencias en los individuos y su capacidad de cooperar - amar - en la convivencia y evolución del conjunto y del universo circundante.