miércoles, 14 de junio de 2017

Memoria y saber


Hubo un tiempo en el que la memoria era considerada importante en el proceso de enseñanza-aprendizaje, y se insistía en el "aprendizaje de memoria" en una forma extensiva. Actualmente se da más importancia a la comprensión que a la memorización de los materiales de estudio. En consecuencia, el entrenamiento de la memoria se ha dejado de lado, y solamente se lo utiliza en determinados y muy concretos casos de necesidad perentoria, como es el caso de la tabla de multiplicar (aunque debo confesar que no sé si, con el advenimiento de las calculadoras de bolsillo, también ha desaparecido tal "necesidad").
En épocas antiguas, cuando no se conocía la escritura, e incluso en épocas en las que la escritura era una tarea artesanal ardua y personal (no existía la imprenta), los grandes pensadores, poetas (juglares) y otras personas de significación política y social debían almacenar grandes cantidades de información. Es notable, para mí, el caso de Platón, quien reconstruye los diálogos de su maestro Sócrates en forma magistral. Y, aunque en este caso podemos considerar que se trata de una "comprensión" de los temas y método de Sócrates y una reelaboración por parte de Platón, admiro la capacidad de recreación al detalle, así como admiro el recuerdo que tenían estas personas de "obras" como la Ilíada y la Odisea, que podían recitar en partes que les eran necesarias para su discurso, así como obras de otros autores.
Hoy en día también existen personas cultas con una memoria prodigiosa que les permite sobresalir en el ámbito social, político y cultural en forma que influyen sobre las personas que los rodean.
En mi opinión, la memoria es una de esas cualidades humanas que contribuyen a la instrucción y formación intelectual de las personas, y que, por consiguiente, debería retomarse su entrenamiento en sus dos modalidades fundamentales: memoria de contenido y de comprensión. Muchas veces me he observado "comprendiendo" algo que simplemente recordaba de mi formación escolar, en la que creo haber pertenecido a una de las últimas generaciones que se vio sometida al proceso de memorizar contenidos... aunque, personalmente, mi memoria no es de las privilegiadas por naturaleza.
Realmente, en la escolaridad, lo que se privilegia es la automatización del pensamiento, señalando, el docente, las maneras en que se "realiza" un conocimiento o se "resuelve" un problema, y presentando ejemplos que estimulen al "discente" para que "aprehenda" la manera de llegar a lo que se considera el planteamiento o la solución del planteamiento que se le ha presentado. No se estimula en forma alguna la "visión" de su proceso de "comprensión" ni el seguimiento de su "manera" de llegar al resultado o "esquema" de lo señalado por el docente. Esta es una carencia que conduce a darle al "conocimiento" adquirido una "validez" exenta de evaluación personal de los contenidos, y, en consecuencia, en mi opinión, la mayoría de las personas "instruídas" caen en la rigidez de un mundo paralelo al mundo real, pues toda conceptualización es, sencillamente, un modelaje fundamentado en símbolos, ya sean palabras del lenguaje oral y escrito o simbolismos "creados" para "re-presentar" contenidos particulares, como en la aritmética y la geometría. Es así como se crean niveles de "perfeccionismo" que pueden originar desequilibrios de todo tipo, tanto a nivel individual como grupal y social.

jueves, 1 de junio de 2017

La política y La Verdad

En estos momentos en los que en Venezuela se juega la política de las definiciones entre cmunismo y democracia, surgen momentos de reflexión para los que no hemos hecho de la política un medio de vida económica, como profesión de ejercicio, sobre diversos temas de conceptualización tradicionales en política tanto como en religión y creencias. Y uno de esos temas tiene que ver con la democracia, frente a otros sistemas de gobierno surgido de ideas y creencias más propias de la religión que de la convivencia ciudadana.
El comunismo, como también la religión y las diversas creencias en ideologías como rectores de la vida del hombre, han establecido la igualdad como una especie de verdad que los seres humanos deben seguir para considerarse "humanos" o "humanitarios". En tal sentido, y como parte de una perspectiva personal, me he sentido inclinado a considerar que los que poseen, o piensan, o creen que tienen La Verdad son los que tienden a establecer gobiernos autoritarios, fundamentados en que ellos son los que pueden dirigir al resto de sus semejantes para que los grupos humanos funcionen según las ideas (o ideales) que ellos consideran mejores y más humanitarios para la convivencia. Por el contrario, aquellos que, de alguna manera, consideran que La Verdad no existe, son los que promueven la democracia como mejor alternativa de gobierno, pues es una manera en la que los dirigentes que rigen al grupo o población pertinentes pueden alternarse según los designios de una mayoría que los elige para períodos limitados en el tiempo.
Esta reflexión conduce, de manera casi natural, a considerar que otros conceptos muy queridos y manoseados por diversos grupos políticos y religiosos y semejantes (ideologías) como son los del bien y el mal son igualmente deleznables, pues se fundamentan en que los seres humanos nos dividimos en buenos y malos. Esto, por decirlo suavemente, es rebatible en base a que todos los seres humanos somos igualmente propensos a comportamientos que pueden calificarse en uno u otro sentido. En efecto, debido a nuestra naturaleza apetitiva y vulnerable, nos vemos impelidos a tomar decisiones y ejecutar actos que favorecen nuestra naturaleza apetitiva o protegen nuestra condición de vulnerabilidad contra principios que pudieran considerarse valorables desde una perspectiva de buenas costumbres y de convivencia.
La política y la religión, igual que cualquer otra característica clasificadora de los seres humanos, como nacionalidad, raza y toda diferenciación grupal que haya surgido en el curso de la hisoria humana tiende a crear situaciones de conflicto y beligerancia que atentan contra la convivencia pacífica de los individuos y comunidades por igual. El primer mandamiento de la ley judeo-cristiana es el de "amar a Dios sobre todas las cosas, y al prójimo como a tí mismo", y contradictoriamente a lo ocurrido en la historia del pueblo judío y el grupo denominado cristiano, se ha practicado la guerra y el sometimiento de grandes grupos humanos por otros con mayor poder material en cuanto a armamentos o evolución técnica de recursos de dominio. Adicionalmente está el factor de que el mencionado primer mandamiento tiene conceptualizaciones de difícil traslado a nuestra realidad física y humana apetitiva y vulnerable como iindivduos y como grupos de individuos. En efecto: amor, Dios y "ti mismo", aunque parecieran fáciles de "comprender" son de muy ardua y prolija interpretación, tanto para los individuos como para los grupos humanos. El más sencillo pareciera ser el "ti mismo" que señala al "Yo soy" como centro de conciencia (más que de conocimiento). Sin embargo; ¿quién, salvo los maestros espirituales y los santos de todas las latitudes y regiones, puede decir que "sabe quién o qué es", como para extender dicho conocimiento, que sería en forma de "compasión", a otros seres humanos?
En fin, pareciera que la evolución del Ser humano puede tener un final semejante a las especies animales desaparecidas del planeta tierra, a pesar de contar con una "racionalidad" que le permite "darse cuenta" - al menos en lo exterior físico - qué cosas le son perjudiciales como individuo y como grupo, pues su apetitividad y vulnerabilidad compiten en su capacidad destructiva de otros, y de sí mismo por extensión, dando al anterior mandamiento judeo cristiano una condición profética de supervivencia según se aprehenda o comprenda el alcance de las palabras que lo constituyen, que tienden a hacerle "entender, visualizar, concientizar" que La Unidad que Somos, que han predicado los maestros espirituales de todos los tiempos es una Realidad, más allá de la individualidad que percibimos con nuestros sentidos físicos, que solamente captan lo puramente material de nuestra forma perceptible.