miércoles, 1 de abril de 2015

El hombre y "la humanidad"

Hoy viví una experiencia que me estremeció. Vivo en Venezuela y el contexto de la experiencia puede "ilustrarse", previamente, por una noticia aparecida recientemente. En dicha noticia se menciona "el secuestro de niños". Y el más alto cargo gubernamental "tomó partido y medidas" en el asunto, declarando "la falsedad" del "secuestro de niños". O sea, una situación que en cualquier otra región del mundo ameritaría una investigación y su subsiguiente"aclaración" y toma de medidas, si se considerara necesario, en Venezuela es motivo de "negación inmediata y sin atenuantes" por parte del más elevado "funcionario" del gobierno. Incluso "decretando verbalmente" acto de prisión para la o las personas "involucradas" en "la denuncia".
Y se me ocurrió pensar en el famoso "cuento" del "Pastor y el lobo", que no habría sido posible, con su consiguiente "conclusión y mensaje" (más amplio que el simple acto de mentir), si el gobernante (¿existen gobernantes en el contexto de los cuentos?) hubiera decretado prisión para el pastor y la necesaria confiscación de sus ovejas en "beneficio del pueblo" (¿existe pueblo en el contexto de los cuentos?)
La experiencia a que hice referencia al comienzo es haber asistido a un "hecho", calificado como delictivo en otras regiones fuera de Venezuela. En efecto, después de haber "comprado" azúcar en un abasto de la zona, y cuando caminaba hacia mi residencia, escuché una gritería que no supe identificar en el primer momento. Luego me percaté de que la voz era de una joven, y que los transeúntes se habían detenido y "observaban" una escena que prontamente se apareció ante mí  en forma de un joven de contextura robusta y ágiles pies que corrían velozmente, que llevaba en su mano derecha algo que "me pareció" una cartera, mientras una joven, con uniforme marrón, propio de una sala de atención hospitalaria, corría gritando detrás del antes mencionado que, por todas las evidencias, la había asaltado, tirado al pavimento y despojado de su cartera.
El estremecimiento se debió en parte al hecho y la indefensión de la joven en un lugar público, con suficientes personas a su alrededor, que no pudieron reaccionar debidamente para ayudarla a lograr detener al asaltante y resarcirla, aunque fuera materialmente, de la "ofensa" recibida. Otro factor de mi estremecimiento fue el recuerdo del "secuestro de niños" castigado por el más alto funcionario gubernamental como una "ofensa de inestabilización para Venezuela y 'los venezolanos'". Y, el último y más significativo motivo de mi estremecimiento, fue el contexto de "semana santa" que, en Venezuela, arropa todo el acontecer social, por tratarse de "la" religión de "la" mayoría de "los" venezolanos. Y es a este último factor que quiero dedicar algunas reflexiones.
Siempre han existido, y seguirán existiendo, personas especiales que trascienden, por algunas facultades especiales que les son naturales, el mundo de los sentidos y el contexto de la vida y aconteceres que, como "seres humanos", nos circunscriben. Tales personas "ven" que hay una "manera de vivir" que pudiera constituirse en una "mejor" manera de superar nuestros "apetitos y vulnerabilidades", en un contexto de "aceptación, entendimiento, cooperación y entusiasmo" propicio para nuestra evolución. Sin embargo, como lo que dichas personas ven no es expresable con términos que "puedan" ser "comprendidos" por los que somos sus congéneres, se ven precisadas a utilizar el lenguaje común y "su presencia" para que "algo que, en mi opinión, es una energía denominada por mí 'conciencia', y por otros 'corazón'" el mensaje pueda llegar a nuestro "entendimiento". En tal sentido, el más elevado mensaje que me ha sido transmitido desde niño ha sido "Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo". Pero, sin "la presencia" del que lo emitió, y la 'conciencia' o 'corazón' que dicha presencia 'incitan', 'excitan', o 'estimulan', es improbable que podamos captar el mensaje, pues "Dios", "todas las cosas" y, sobre todo "Amar", son expresiones cuyo contexto se nos hace "imposible de captar" en su acepción original, que podría conducirnos al "éxtasis" que dicha comprensión ha generado en quienes lo han "experimentado". Porque tales expresiones se refieren a "experiencias" y no a "concepciones". En efecto, los seguidores de dichos "Maestros", que así han sido denominados, se han visto en la necesidad, por su carencia de las cualidades de "visualización" de tales personas excepcionales, a establecer rituales y "formas" para estimular lo que "la presencia" junto con el mensaje del "Maestro", que a ellos le funcionaron para "aprehender" lo que ellos habían "comprendido". Pero no se les ocurrió que tales rituales y "formas" tenían una caducidad propia de "las leyes" que rigen nuestra vida y aconteceres, y que debían suministrar "ese" algo que "subyace" al nacer, crecer, declinar y desaparecer que caracteriza a la obra de ese "Dios", que hemos "personificado" en sentido "inverso", como si ello fuera posible, al considerar que fuimos "creados" a la "imagen" de dicho "Dios"; sin darnos cuenta de que, aunque podamos ser "a imagen", no podemos invertir el proceso para que "Dios" sea a "nuestra imagen", pues "nuestra limitación" solamente es "medianamente superable en el contexto físico" si "practicamos" eso que, como "Uno", podríamos ser. Y ese "Uno" se refiera a "todas las cosas" y a nuestro "prójimo", pues solamente en la "aceptación, entendimiento, cooperación y entusiasmo" "podríamos" "evolucionar" hacia aquello que los "Maestros" han "visto" como "característico" de "lo que nos da vida": la "trascendencia" de "nuestros apetitos y vulnerabilidades", que forman parte "indisoluble" de "todas las cosas" a que hace referencia el enunciado fundamental que se nos ha transmitido.