lunes, 21 de marzo de 2011

Sabiduría y conocimiento

La diferencia entre sabiduría y conocimiento es esencial. El sabio es aquella persona que ha aprendido a vivir, y, en tal sentido, los máximos sabios han sido y seguirán siendo los maestros espirituales y los santos, pues ellos han descubierto aquello que suelen denominar "lo que es". El científico o sabio conocedor de las leyes y particularidades de la ciencia sabe cuanto a su área de conocimiento se refiere, y puede, en el caso de los más notables, adquirir una sabiduría semejante a la de los maestros espirituales, sobre todo cuando han tocado los límites del conocer objetivo y han entrado en ese campo vedado a la mayoría de los seres humanos: "lo que es".
Lo significativo es que "lo que es" tiene las características que se exigen a lo objetivo en la ciencia: es aquello que se impone sobre la subjetividad y se constituye en inobjetable, o sea "lo objetivo por excelencia". Sin embargo "lo que es" es inaccesible a la ciencia, por cuanto está más allá de los sentidos y solamente es experimentado por quienes han trascendido el mundo sensorial, es decir, los maestros espirituales y los santos. Lo que es no está sujeto a la experimentación propia de la ciencia, pues carece de cualidad sensorial y fenoménica, aun conservando su cualidad de experiencia inefable.
El inicio de la filosofía es la búsqueda de la fundamentación del mundo sensorial desde la perspectiva humana. Se entiende así que los primeros filósofos buscaran el elemento único que servía de constituyente básico para la materia, pasando del aire, al agua, la tierra y el fuego hasta llegar a algo no material, a lo indeterminado, al espíritu y, finalmente, a la divinidad . Y, como corolario, que equipara a los primeros filósofos con aquellos que, en otras culturas, como la judía, iniciaron la religión, tenemos que los primeros filósofos, griegos por definición, daban máximas semejantes a los mandamientos, con la diferencia de que no las daban como obligación ante una divinidad, sino como prescripciones para la convivencia y el buen vivir de la persona, del Ser humano.
La objetividad es propia de la ciencia; "lo que es" es propio de la espiritualidad. La ciencia se fundamenta en principios, leyes y experimentos que permiten su enseñanza mediante modelos y teorías comunicables mediante el lenguaje. Lo que es no admite teorías ni modelos, salvo el modelaje propio del santo y el maestro espiritual como modelos de vida ante los restantes seres humanos. La espiritualidad, bien entendida, es práctica por excelencia, y su aprendizaje es tarea que involucra a todos los seres humanos sin excepción alguna. La ciencia, enmarcada en especialidades, atiende a los gustos, habilidades y capacidades específicas de grupos de seres humanos con intereses semejantes. Aunque la ciencia involucra, también, a todos los seres humanos sin excepción alguna por sus consecuencias sobre el entorno, solamente lo hace en función de aquello que la espiritualidad, mediante la experiencia propia de los santos y maestros espirituales encuentra: la conciencia y lo que es. Es decir, la ciencia no encuentra la conciencia en su camino, pues la conciencia es, por excelencia, individual, subjetiva, aunque lo que es participa de dicha individualidad como unificación en una conciencia. En efecto, la ciencia, en su alejamiento de lo subjetivo se incapacita para atender los efectos de su actividad sobre los integrantes del universo que estudia y utiliza, y las consecuencias que conlleva su transformación en tecnología y técnica transformadoras del entorno.
Es curioso el efecto de la ciencia en su alejamiento de lo subjetivo. Aunque no encuentra la conciencia en su devenir, sí es una manera de ejercitar la conciencia en un aspecto determinado: hacer "visible", consciente, el campo de actividad que atiende. Sin embargo, mediante sus modelos y símbolos, se aleja de lo que es, pues se aísla de las consecuencias sobre la unidad subyacente al área de su dedicación. Cada parcela de conocimiento está indisolublemente unida con la totalidad de lo que es, y su fragmentación, en el manejo tecnológico y técnico, casi inseparable de la actividad científica, atenta contra la unidad de lo que es.
Tal vez el primer mandamiento judeo cristiano, amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo, fue encontrado por un Ser humano que solamente pudo dar explicaciones relacionadas con los "semejantes seres humanos", pero se olvidó de incluir a la totalidad como participante de la divinidad a la que hacía referencia en primer término. Animales, vegetación, minerales y todo cuanto existe es, también, motivo de inclusión en el amar a Dios, pues, de otra manera, la divinidad se separa, y deja de ser lo que es en sus distintas manifestaciones y expresiones. Cosa, esta última, propia de la objetividad a la manera de la ciencia.