viernes, 18 de febrero de 2011

Arqueología de la medida 2

Cuando el Ser humano emite su primera palabra, o el primer sonido que le resulta significativo ante un semejante, construye, simultáneamente, el primer pensamiento, el primer juicio, la primera medida. Tal palabra, como todo discurso, discierne, discrimina, selecciona excluyendo (según la definición del diccionario) y se transforma, así, en pensamiento que relaciona, compara y mide.
El pensamiento, representado en la palabra y el discurso, discierne, y al discernir compara y mide. La medida es, sencillamente, la comparación en función de adjetivaciones específicas, de cualidades específicas que consideramos en función de un interés, igualmente, específico, sea distancia (espacio), sucesión (tiempo) o identificación (objetividad como delimitación o definición material sometida a los sentidos).
Y la palabra fundamental en nuestra delimitación de la medida y el juicio es "comparar", antecedente primordial de relacionar como término fundamental del pensar (racionalidad en representación de lo relacional, de lo que relaciona a la manera de la ratio del vocablo latino). La comparación, en mi opinión, se compone de dos elementos: com y parar. El primero se refiere a la existencia de dos o más objetos sometidos a lo sensorial de nuestra facultad receptiva, y el segundo al establecimiento de diferencias y semejanzas dentro de lo sensorial (propio de los sentidos). O sea, en nuestra imaginación disponemos de un campo de colocación de objetos propios de nuestra facultad receptiva, en posición de selección de propiedades de semejanza y diferenciación.
Cuando intentamos ahondar en el fundamento de nuestros conocimientos, tenemos que acudir a Kant para encontrar los elementos de evaluación (crítica lo denominó Kant) que nos permiten "representar" en el pensamiento los fenómenos de la experiencia. Y en esta área distinguimos, con Kant, tres síntesis: aprehensión en el sentido (los sentidos), reproducción en la imaginación (lo aprehendido se esquematiza en imágenes, más como logotipos que como imágenes propiamente de los sentidos), y, finalmente, reconocimiento en el concepto. Desde los fenómenos nos dirigimos a los conceptos que los representan en el pensamiento y, en secuencia, en los conceptos (fase abstracta que recoge en el lenguaje los elementos que hemos aprehendido mediante los sentidos).
Así tenemos que la sensación, la memoria que no hemos mencionado en la reproducción, la imaginación, y la facultad de los conceptos, que Kant denomina "entendimiento", son el fundamento de tres síntesis llevadas a cabo por nuestra unidad interior, denominada trascendental, del Yo soy, que recoge lo que el juicio o la medida constituyen como fundamento de nuestro pensar. Es, sencillamente, el relacionar, mediante comparación, recogido en el juicio y la medida.
Los ejemplos más abstractos de este proceso de hacer verbo la carne, parodiando las palabras del evangelista, se encuentran en el espacio y el tiempo. Ambos son, en la terminología kantiana, intuiciones puras. Como intuiciones, recogen totalidades. Como puras, se refieren a síntesis comprendidas (com-prehensión como totalidad de "objetos" de la apre-hensión) dentro de su inaprehensibilidad: la infinitud, como totalidad objetiva, y la eternidad como totalidad sucesiva (objeto y sucesión, ser y cambio, esencia y existencia). Queda, en esta forma, establecido, el origen y fundamentación de la medida en función de lo que nuestra facultad receptiva y racional (sentido, memoria, imaginación y entendimiento) pueden aprehender y comprender. En una jerarquía superior aparece la razón, como elemento totalizador que intenta, sin lograrlo, ampliar nuestro mundo de los sentidos a un mundo de ideas: alma, infinitud y eternidad (mundo o universo), y Dios(causa suprema).