jueves, 18 de enero de 2007

Campos de conciencia 22

La fuerza o energía de acción del ser humano procede de la voluntad. Esta voluntad es la evolución del instinto animal que se ha transformado, mediante la experiencia humanizadora de la racionalidad, en un acto de selección de opciones. La motivación, la intención y el impulso hacia la acción se han diversificado, desde el instinto puramente apetitivo animal, a un universo de opciones que incluyen el crecimiento personal en conciencia, la conciencia espiritual interna, para acceder a realidades no perceptibles mediante los sentidos físicos.
La voluntad es una manifestación de la vida civilizada. La interrelación con personas que tienen distintas opciones personales y diferentes perspectivas vitales se ha convertido en un elemento de conciencia que involucra al otro, en mis alternativas de selección, y que permite que surjan la ética y la moral como elementos reguladores de las apetencias personales.
Parecería sencillo establecer la voluntad como elemento común y universal de la acción humana. Sin embargo, la conciencia personal, el darse cuenta, la responsabilidad ante las propias acciones y sus consecuencias, es algo que surge mediante la experiencia y la guía de personas de elevado nivel de equilibrio personal. Solamente la psicología moderna y, en particular, la psicoterapia, ha resaltado la importancia de la toma de conciencia individual para el logro de una vida plena, en su más elevado nivel de humanidad.
Probablemente la religión haya surgido de los primeros humanos conscientes de su interrelación con sus semejantes y la necesidad de regular, desde un nivel individual, las relaciones interhumanas desde una perspectiva superior, desde un ser superior que abarcara a toda la comunidad y, posteriormente, a toda la humanidad y al entorno en el que se desenvuelve la vida humana, animal e inorgánica. Y, probablemente, La República de Platón sea, en su estudio del ser humano como una república interior que requiere del ejercicio de la justicia, entendida como equilibrio de las facultades humanas que lo constituyen, sea el ejemplo occidental más elevado de la antigüedad en cuanto a la toma de conciencia como paso previo para el ejercicio de la voluntad.